Las visiones de Santa Hildegarda de Bingen: El significado de los placeres

Las visiones de Santa Hildegarda de Bingen: El significado de los placeres

En Los méritos de la vida, Santa Hildegarda de Bingen presenta una visión profunda y simbólica sobre los placeres, la diversión vana y el uso desordenado de la alegría. Describe una figura con apariencia humana, pero deformada: tenía la nariz torcida, manos como garras de oso y pies semejantes a los de un grifo. Su cabello era negro y vestía una ropa pálida. Cada rasgo transmitía desorden interior y una alegría desfigurada.

A pesar de su apariencia inquietante, la figura se justificaba diciendo:

“Es mejor divertirse que estar triste; la diversión no es un crimen. Todos los que conocen a Dios se alegran y cantan. El cielo se regocija en todas las criaturas, ¿por qué no debería yo estar alegre también? Si solo trajera tristeza a los demás, sentirían repulsión y me evitarían. Por eso, no lo haré. Me dedicaré a diversas formas de diversión para que todos se alegren conmigo. Dios creó el aire que me trae sonidos placenteros y las flores que satisfacen mi vista. ¿Por qué no debería disfrutar de ellas? Incluso los hombres se divierten con los animales, y viceversa. Así debe ser.”

Una alegría que se disfraza de virtud

A primera vista, sus palabras parecen razonables: la alegría es un don, Dios creó la belleza y el mundo está lleno de motivos de celebración. Sin embargo, Santa Hildegarda muestra algo más profundo. Esta figura defiende los placeres desde un egoísmo disfrazado, buscando diversión constante sin límite, sin prudencia y sin referencia a Dios.

Por eso su cuerpo está deformado: es una representación externa del desorden interior que surge cuando la persona convierte el entretenimiento en un fin absoluto. La diversión se vuelve vana cuando deja de ser descanso y se transforma en una huida, una forma de evitar responsabilidades, dolor o crecimiento.

El engaño del placer sin medida

Santa Hildegarda enseña que el placer no es malo en sí mismo. Dios creó todas las cosas buenas. Sin embargo, cuando el corazón se apega a los placeres sin equilibrio, estos terminan alejando a la persona de su propósito espiritual.

Esta visión muestra que:

• El placer sin moderación distorsiona la naturaleza humana.

• La búsqueda compulsiva de diversión vacía el alma.

• La alegría auténtica no es huida, sino fruto del orden interior.

• La diversión desmedida rompe la armonía entre cuerpo, mente y espíritu.

Por eso la figura defiende tanto su alegría: no es verdadera alegría, sino dependencia emocional del entretenimiento.

El verdadero sentido de la alegría

Santa Hildegarda recuerda que la alegría auténtica nace de una vida ordenada, de la virtud y de la unión con Dios. La diversión buena siempre conduce a la paz interior. En cambio, la diversión vana busca llenar un vacío que solo la vida espiritual puede sanar.

Así, la visión enseña que:

• La alegría debe estar unida a la virtud.

• El placer debe usarse con moderación.

• La diversión sin propósito debilita la vida interior.

• Dios quiere que disfrutemos de la creación, pero sin perdernos en ella.

Conclusión

La visión de Santa Hildegarda sobre los placeres revela una enseñanza actual y profunda. La diversión es buena cuando eleva el alma, pero se vuelve destructiva cuando se convierte en un ídolo. La figura deformada simboliza lo que ocurre cuando se vive para el entretenimiento y no para la verdad.

Por eso Hildegarda invita a disfrutar de la vida con sabiduría, moderación y gratitud, buscando siempre una alegría que sea verdadera, estable y llena de luz.