Las visiones de Santa Hildegarda: el verdadero significado espiritual de la alegría celestial (Parte 1)

Las visiones de Santa Hildegarda: el verdadero significado espiritual de la alegría celestial. Parte 1

La alegría es una experiencia profundamente humana, pero también espiritual. Sin embargo, no siempre se comprende en su verdadero sentido. Santa Hildegarda de Bingen, en su obra “Los méritos de la vida”, presenta una visión poderosa que revela cómo la auténtica alegría nace de la luz de Dios y no de las circunstancias externas.
A través de esta visión mística, la santa muestra el contraste entre la alegría celestial y la tristeza que distorsiona la percepción de la realidad. A continuación, exploramos el significado espiritual de esta revelación.

La visión de la alegría celestial según Santa Hildegarda

Santa Hildegarda relata que escuchó una voz que resonaba desde una nube tempestuosa. Esta voz respondía directamente a la tristeza, confrontándola con firmeza y claridad espiritual. Desde el inicio, la voz señala la incapacidad de la tristeza para ver y escuchar la verdad, llamándola “ciega y sorda”.

De este modo, la visión establece un diálogo simbólico entre dos realidades opuestas: la tristeza desordenada y la alegría que procede de Dios.

El origen luminoso del ser humano

La voz celestial recuerda que Dios creó al ser humano radiante. No obstante, también explica que, a causa de la transgresión, el hombre fue arrastrado a un abismo de miseria.
Sin embargo, este estado no anula la bondad original de la creación. Por el contrario, subraya que la alegría auténtica sigue estando disponible cuando el ser humano vuelve su mirada hacia Dios.

Además, la voz invita a contemplar el orden de la creación como un reflejo de la generosidad divina.

La creación como fuente de alegría

Para reforzar su mensaje, la voz señala elementos concretos de la creación:

• El sol

• La luna

• Las estrellas

• El esplendor de la vida en la tierra

Estos signos visibles muestran la gran prosperidad que Dios concede al ser humano. Por lo tanto, la alegría no es una ilusión, sino una realidad inscrita en la creación misma.

Sin embargo, la visión también advierte que el hombre, a pesar de recibir estos dones, peca con audacia contra Dios, olvidando el origen de todo bien.

La distorsión de la tristeza frente a la alegría

La voz describe a la tristeza como fraudulenta y engañadora. Según la visión, su mayor error es interpretar la realidad de forma invertida:

• Cuando llega el día, lo llama noche.

• Cuando hay salud, la considera una maldición.

• Cuando los asuntos van bien, afirma que van mal.

De esta manera, la tristeza transforma los dones de Dios en motivo de queja. Por eso, la voz afirma que esta actitud se asemeja a un estado infernal, ya que rompe la confianza en la providencia divina.

La raíz espiritual de la verdadera alegría

La visión deja claro que todo lo luminoso y bueno proviene de Dios. Nada auténticamente bueno nace solo del ser humano.
Por consiguiente, la alegría verdadera surge cuando la persona reconoce esta dependencia amorosa y confía en que la salvación procede únicamente de Dios.

En cambio, cuando se pierde esta confianza, incluso los mayores bienes pueden percibirse como amenazas o castigos.

Enseñanza espiritual de Santa Hildegarda

A través de esta visión, Santa Hildegarda enseña que la alegría celestial no consiste en la ausencia de dificultades, sino en una mirada recta sobre la realidad.
Por ello, la alegría:

• Nace de la confianza en Dios.

• Se alimenta del reconocimiento de sus dones.

• Permanece incluso en medio de la fragilidad humana.

• Ilumina la vida cotidiana con sentido y esperanza.

Así, la santa invita a abandonar la interpretación oscura de la tristeza para abrazar una visión llena de luz.

Conclusión

La visión de la alegría celestial presentada por Santa Hildegarda de Bingen revela que la verdadera alegría no depende de las circunstancias, sino de la relación con Dios. Cuando el ser humano reconoce el origen divino de todo bien, su mirada se transforma y la vida recupera su luminosidad.
De este modo, la alegría deja de ser un sentimiento pasajero y se convierte en una virtud espiritual que sostiene, fortalece y guía el alma hacia la plenitud.